domingo, 7 de junio de 2009

La amistad no tiene fronteras


Por Yazmín Maestre





Había una vez una princesita llamada Pilar que tenía ocho años. Vivía en un castillo muy amplio y hermoso con todas las comodidades. Su habitación era de un color rosa pastel, tenía un espejo muy grande y muchas muñecas de porcelana que llenaban todos los rincones. Sus largos cabellos rubios y ondulados se movían al compás de una música de castañuelas que tocaba su madre por las mañana y su mirada refleja su alma, siempre alegre y servicial, queriendo ayudar a todas las personas que estén a su alrededor ya sean jóvenes o ancianos y se entristecía cuando no podía lograrlo.
Los padres de Pilar, el Rey de Castilla y la Reina, cuidaban mucho a su hija para que no sufriera las diferencias sociales que existían a su alrededor. Por esto, la niña no salía a ningún lado fuera del castillo, venía una maestra a enseñarle en vez de ir al colegio y jugaba todo el día en su habitación.
“Pilariña”, como le decía la reina, tenía un gran secreto que su madre compartía: algunas tardes a la hora de la siesta cuando el rey descansaba, ella llegaba a la cocina del castillo a encontrarse con Rosita, la hija de María la cocinera. Compartían juegos, risas, muchas charlas pero por sobre todo un tentador plato de maicena con leche para recuperar las energías después de jugar a la Rayuela con su única y mejor amiga Rosita, una niña muy dulce que a pesar de no tener muchas cosas para compartir con Pilar siempre teñían algo con que divertirse y hacer pasar el tiempo tan rápido al estar juntas.
Una tarde después de comer toda la maicena Rosita le dijo a Pilar:
- ¿Querés venir a mi casa a jugar con mis muñecas?
- Sí, respondió Pilar muy entusiasmada, total papá esta durmiendo y mi mamá va a saber entenderme sabe lo que significa para mi salir del castillo.
“Que bueno”, pensó Pilar por dentro, era la gran oportunidad de conocer el mundo exterior, poder ver los animales, los árboles y las casitas que tanto le contaba Rosita.
Una vez que llegaron a su casa, Pilar se dio cuenta de que todo era distinto en comparación con su mansión. Todo parecía tener una pincelada de gris, el lugar era pequeño, sus paredes oscuras, tenía un cuarto que Rosita lo compartía con sus hermanas y no tenía espejo ni muñecas de porcelana sino sólo muñecas de trapo confeccionada por su madre. Además, sus vestidos eran los que dejaba su hermana mayor que ya no usaba más. Pero ella es feliz como yo.
Mientras estaban jugando en la habitación, la madre de Rosita estaba preparando pan para vender, una tarea que la obligaba a estar muy concentrada para que le salieran exquisitos. Entonces, Pilar y Rosita aprovecharon y se fueron de la casa para ir a un gran árbol lleno de moras blancas y negras que estaba en frente de la casa. Pilar al verlo tenía tantas preguntas que no sabia como comenzar:
- ¡Qué lindo que es! ¿Qué frutos son? ¿Son ricos?, preguntó.
- Sí, no sabés lo rico que son y más cuando estás ahí arriba, Rosita le contestó.
- ¿Cómo ahí arriba?
- Sí, vamos a subir para buscar las moras así las comemos no pasa nada tranquila.
Treparon de a poco el árbol y una vez ahí arriba la felicidad que tenía Pilar era de no creerla. Se reían mucho y Rosita le enseñó como agarrarlas y guardarlas en una canasta y no apretarlas para que no se manchara. Pero en un momento no se dio cuenta y empezó a observar un pajarito que se había apoyado en la canasta cuando de pronto ella se movió para tocarlo pero terminó tocando una rama del árbol y se le cayeron muchas moras por la cabeza. Esto hizo que se manchara todas las manos, el hermoso vestido color crema y la cara.
Pilar se puso muy triste ya que el padre se iba a enterar de sus escapes y no la iba a dejar salir más porque se lo había ocultado. Mientras tanto, Rosita trataba de contenerla diciéndole:
- No te hagas problema Pili, no te van a retar. Yo te presto mi vestido especial que es hermoso y lo uso para mis cumpleaños nada más así no te ven que estas toda manchada.
- Gracias, le contestó Pili y se abrazaron.
Al instante bajaron del árbol para ir a buscar a María para ver si ella encontraba alguna solución. Al verlas que entraban por la puertita se enojó mucho ya que se fueron sin permiso y ahora iban a tener problemas, después de retarla a Rosita por no avisarle y lo peligroso que era subirse hasta allá arriba, le prestaron a Pilar el vestido de Rosita para que no vaya toda sucia a su casa. Caminaron hacia el Castillo así podrían contarle al Rey como sucedieron las cosas, las dos iban muy nerviosas pero a su vez felices porque estaban juntas y nadie las iba a poder separar.
Entraron al castillo y su padre ya se había levantado, al verla se asusto mucho y le empezó a preguntar porque estaba con otra ropa y ya retándola porque había salido hasta que la reina al escuchar voces fue hacia la cocina y le dijo a su esposo:
- Tranquilo, las vas a asustar a las niñas dejémoslas que vayan a jugar y vamos a hablar con María para que nos comenten lo que sucedió. Yo sabía de estas salidas porque desde que María la trajo a Rosita un día porque no la quería dejar sola se llevaron muy bien ellas y Pilar se moría por tener una amiga.
- Está bien, dijo el Rey pero que nunca más ocurra esto sin mi permiso porque sino no dejo que se vean más las niñas.
- No va a volver a ocurrir, dijo María.
Las niñas estaban felices porque de una vez por todas podían estar juntas todo el tiempo que quisieran sin tener que esconderse ni viendo que no se le haga tarde para volver a la casa para que su padre no se despertara antes.
Con el transcurso de los años tuvieron peleas pero sin importancia como toda amistad ya que no podían estar enojadas eran como hermanas iban juntas a todos lados, siempre estaba la otra para ayudarla en cada instante dando lo mejor de cada una.
Pilar se casó con el rey de Inglaterra a los diecisiete años y tuvieron dos hijos, Sol y Lucas. Y Rosita se enamoró de uno de los hijos del chofer y luego se casaron.
A pesar de sus diferencias sociales y lo que cada una tiene para hacer no dejan de encontrarse alrededor de las cuatro de la tarde para tomar maicena con leche y comentarse todo lo que está sucediendo con sus vidas.
La amistad no va por lo que uno tiene materialmente para darle al otro sino brindarle todo lo que es sentimentalmente ya que las cosas materiales se pueden perder y no queda nada pero el sentimiento a pesar de la distancia siempre queda intacto

Las Amistades de Charly






Por Fernando Turconi y Alejandro Vertullo

Charly García sigue internado en el hospital F.R.I.E.N.D.S luego de su última recaída por sobredosis”. Estoy muy solo y triste en este hospital abandonado", declaró tras no recibir visitas durante estos cuatro meses de internación.
Pero hoy a las 14 horas el pianista le preguntó al enfermero que lo cuidaba si había visitas, a lo que respondió: “Vinieron a verlo dos amigos suyos, León Gieco y Luis Alberto Espinetta”. Charly pidió que entren a lo que ellos accedieron gustosos pasando por la puerta cantando con guitarra en mano "yo soy tu amigo fiel”. Después de entrar, Charly les dijo “say no more”. Estuvieron los tres reunidos largo tiempo hablando de los problemas de García con la droga. En ese momento se escuchó un grito que decía “en todo momento de fuerza y de fe que me han dado me dan la certeza que siempre estuvieron a mi lado”, declaró el enfermo que escuchó este grito provenir de la boca de Charly.
Al oír esto el enfermero entró al cuarto y se quedó el resto de la conversación que duro una hora y media más. Lo último que hablaron fue sobre el hospital a lo que García agregó “mi cuarto da a jardín”.
En su recorrido diario por el parque que tiene el instituto Charly se encontró con otro interno de nombre Juan Mateyco al que le decían Muñeco, hablaron de su última experiencia juntos en el apagón de luz en el hospital. Como Juan tiene problemas para expresarse, con cariño le dijo a García “un amigo es una luz que brilla en la oscuridad”, esta frase resonó tanto en Charly que respondió
“Muñeco, mi buen amigo el próximo apagón volveré a estar contigo”. Siguiendo con su recorrido el músico se encontró a Fabiána Cantilo, la cantante y el pianista, con quién había tenido una fuerte discusión el día anterior porque ella le puso a su perro el nombre del hijo de Charly. Se encontraron y Fabiana le dijo: “Yo podía haberlo hecho mejor vos podrías acercarte a mí”.
García la miró y le dijo “Take it easy”, después hablaron de amor a lo que la cantante declaró: “Amarte así es vivir un sueño eterno junto a ti”. Charly no sabía qué hacer y quedó paralizado sin tiempo a responder, ella agregó “dame tu amor, sólo tu amor”, sin tiempo a nada más acotó el pianista “de sobra sabés que eres la primera”. Se miraron un rato largo y paso un grupo de cinco alcohólicos que gritaron: “¡Viva, viva! los locos que inventaron el amor”, sin darse cuenta cortaron la mística de amor que había en ese sector del parque. Casi llegando a un pasillo se encontró con Fito Páez, los dos pianistas mirándose cara a cara hasta que Charly soltó su primera oración que decía “vos siempre vas conmigo yendo de lugar en lugar”, el cantante rosarino riéndose le dijo “vos tenés un amigo fiel en mí”.
Se abrazaron y en ese momento uno de los internos más duros del hospital en temas de demostración llamado Papo Napolitano vio la situación y dijo entre lágrimas de emoción por la muestra de afecto entre dos grandes como Charly y Fito “quisiera tener un millón de amigos”. Charly llegó a escuchar eso y caminando con Fito vio a Papo y le dijo que lo acompañe a él y a fito en los últimos pasos por el parque con la condición de ir cantando “nada como ir juntos a la par”.
Para los enfermeros era muy llamativo ver a tres músicos de diferentes épocas y estilos cantando blues como fanáticos, el Dr. Solari jefe de enfermeros en el hospital donde se encontraba Charly dijo a esos enfermeros “voy a la cocina luego al comedor pero cuando vuelva los quiero ver haciendo su trabajo”.
Después de dejar a Fito y Papo, el pianista se encontró con el Dr. Solari con el que hablo de su situación amorosa con Fabiana, el doctor le aconsejó al oído “cómanse a besos esta noche total nadie los va a mirar”. García rió y le dijo “este amor es azul como su auto azul”, el otro tema que tocaron fue la relación del cantante con sus amigos. A lo que el Doctor le dijo “me gusta estar alado del camino mirando el patio mientras todos pasan”. Charly entendió que al jefe de enfermeros le gustó la relación del músico con los demás pacientes. Luego Solari le dijo a Charly si necesitaba algo de él y Charly se arrodillo y dijo “yo te pido un favor que no me dejes caer en las tumbas de gloria” el médico le dijo a García “vos fumá”. En el momento de la cena, Charly se paró sobre una mesa y pidió silencio sin quejas todos se quedaron callado y lo miraron, el pianista con su copa de agua levantada brindo gritando “brindo porque esta noche un amigo paga la copa”. Lo que pasó después fue confuso según cuentan enfermeros porque al terminar la frase Charly se desmayó quedando inconsciente en la mesa, fue llevado de urgencia a su cuarto. No respondía a ningún estímulo que los médicos y enfermeros hacían para despertarse, cuando esto se escuchó en radios y televisiones todo el mundo estaba en la puerta del hospital esperando una respuesta del gran músico pero luego de unas horas se empezó a perder la fe hasta que alguien no se sabe bien quien empezó a cantar “No importa el lugar si bienes o si vas. . .”.
No hay muchas explicaciones para lo que pasó después milagrosamente la música llego hasta los oídos de Charly logrando que este se levantara diciendo al médico “óyelos escúchalos están buscando amigos óyelos escúchalos me están buscando a mí”. Por primera vez desde su internación, Charly recibía visitas de todos lados y esto fue así hasta que salió con alta médica. Compuso uno de los mejores albanes de su carrera llamado “Los Chicos” y sobre el disco dice: “Nunca olvides a esas personas que no son padres ni hermanos son amigos ellos van estar en buenas y malas, sin importar luz u oscuridad. Podes estar despierto o en el más profundo de los sueños pero siempre van a estar para cuando te levantes”.

Camino hacia la amistad





Por Ayelén Palacio y Florencia Silva


Había una vez en un país lejano dos hermosas princesas, Ayelén y Florencia, y ninguna de las dos conocía la existencia de la otra ya que ambas vivían en sus respectivos reinos juntos a sus familias. Las princesas eran muy distintas entre sí, Ayelén era la más extrovertida, charlatana y no tenía vergüenza por nada que sucediera a su alrededor, tenía un largo cabello lacio color rubio y ojos grandes color miel, mientras que Florencia era una chica tímida, dulce y delicada, su melena era larga ondulada y de color negro, sus ojos eran rasgados y amarronados. Nunca nadie hubiera imaginado que estas dos muchachas terminarían siendo las dos mejores amigas más importantes del reino.
Todo comenzó una noche cuando el rey Mariano, padre de Ayelén, ofreció una fiesta en su castillo para cerebrar el cumpleaños número 18 de su hijo mayor, el príncipe Juan Cruz. A la misma asistieron todos los reyes, reinas, príncipes y princesas de los reinos vecinos, incluyendo a la familia de Florencia. Fue una fiesta magnífica donde todos los invitados bailaron y pudieron disfrutar de cada momento de la fiesta, entonces fue ahí cuando Ayelén se acercó a la mesa principal para tomar un poco de ponche, cuando de repente vio a Florencia hablando con su propia madre, la reina Adriana, entonces la curiosidad le ganó a Ayelén y se acercó para conocer a esta nueva joven: “Buenas noches -dijo la niña- soy la princesa Ayelén y ella es mi madre, tu ¿Quién eres?”. “Mucho gusto Ayelén, yo soy Florencia, mi padre es el rey Roberto y vivo en el reino vecino al tuyo”, aclaró Flor. Ayelén quedó sorprendida al conocer la identidad de la joven princesa. Afortunadamente las princesas entraron en confianza, charlaron y bailaron muy amistosamente durante el resto de la noche. Así fue como la fiesta concluyó y las muchachas prometieron salir a caminar por las praderas al día siguiente.
El tiempo fue pasando y las jóvenes se hicieron cada vez más amigas: “Prometo que nunca más me voy a separar de vos Aye, sos mi mejor amiga”, dijo Flor.
Aye respondió: “Soy muy feliz de haberte conocido, amiga”, pero no todo era paz, felicidad y armonía, había una persona que odia el amor y la amistad y quería acabar con la unión de las dos princesas, era la bruja Lucrecia, quien haría lo imposible por destruir a las dos amigas.
Una tarde de verano, mientras las dos jóvenes se hamacaban en el bosque bajo el cálido rayo del sol, el cielo comenzó a oscurecerse y de pronto las nubes negras cubrieron el cielo azul, ya bajo un rayo seguido del sonido de un estruendo apareció la figura de la horrenda Lucrecia, las niñas estaban aterradas y se abrazaron fuertemente mientras la bruja caminaba con paso decidido: “No hace falta presentación -dijo Lucrecia- ustedes saben que odio la amistad, y más en especial la de ustedes. Así que prepárense porque de ahora en adelante la amistad de ustedes dos se irá disolviendo rápidamente, pronto ustedes, queridas tontas, dejarán de ser las amiguitas perfectas”, y diciendo esto desapareció bajo la tormenta. Las jóvenes quedaron estupefactas del miedo y entre lágrimas se agarraron las manos.
Una semana después, la bruja decidió disfrazarse de príncipe, el cual debería ser apuesto, joven, simpático y elegante, según sus planes este supuesto príncipe, acabaría entrometiéndose entre las chicas y derivaría en la ruptura de la amistad. El mismo se llamaría Fernando y sería esbelto, rubio y de ojos azules, con una sonrisa blanca y radiante.
Era la tarde del lunes, Ayelén estaba sentada junto a Flor y la madre esta última, la reina Liliana, en el castillo tomando el té, cuando de repente vio pasar en un caballo blanco a un joven muy apuesto, siendo tan curiosa decidió averiguar quien era. Al día siguiente brindó en su casa un pequeño baile, al cual debían asistir todos los príncipes y princesas de entre 16 y 18 años, Fernando se enteró del mismo y fue para comenzar con su diabólico plan. Ayelén no pudo con su curiosidad y fue corriendo a presentarse: “Bienvenido a mi castillo, mucho gusto mi nombre es Ayelén y espero que te sientas cómodo”, dijo la niña. “Muchas gracias por tu invitación, soy Fernando -se presentó el joven- y vengo del Norte de Inglaterra, espero que podamos conocernos mejor”. Ayelén quedó maravillada y se enamoró profundamente de él sin conocer su verdadera identidad.
Pasaron dos meses, Ayelén y Fernando compartían gran parte de sus días juntos, el plan de Lucrecia estaba dando buenos resultados. Un día Florencia estaba cabalgando por el bosque cuando apareció Fernando y le pidió hablar un minuto con ella. Florencia pensó que era algo acerca de su amiga, pero se equivocó. Al bajar de su caballo se acercó a Fernando y este le dijo: “Flor estoy enamorado de vos, sos hermosa y quiero que me des una oportunidad”.
“¿Qué me estás diciendo? -respondió la princesa- ¿te has vuelto loco?, eres el novio de mi mejor amiga, jamás me fijaría en ti. No te vuelvas a acercar a mi”, y diciendo esto se subió a su caballo y se fue rápidamente. Fernando estaba a punto de lograr su cometido, sólo faltaba un paso para destruir la relación de las jóvenes, entonces decidió ir a visitar a Ayelén y contarle la gran mentira que la haría enfurecer, y así concluiría con su plan.
Al llegar al palacio le dijo a la sirvienta que llamara a la princesa que tenía algo muy importante que contarle, Ayelén bajó rápidamente las escaleras y lo encontró sentado en un sillón llorando profundamente: “Oh Dios, amor, ¿Qué ha pasado?”. “Querida -respondió el príncipe- tu amiga Florencia, me ha dicho que está enamorada de mi y que no le importa nada, que sólo quiere huir conmigo”. “Es imposible, es mi mejor amiga, debe haber una confusión, debes haber entendido mal”, afirmó Ayelén. A lo que Fernando aclaró: “Lo siento, amor, ella te ha traicionado, nunca ha sido tu verdadera amiga, sólo te envidia y quiere ocupar tu lugar”. “Voy a terminar con su amistad -confesó Ayelén- se arrepentirá de todo lo que hizo”. “Te amo y estoy de acuerdo con vos, termina con esa falsa amistad”, concluyó el muchacho.
Cuando Fernando se retiró Ayelén intentó recapacitar y pensar, pero ya no había nada que pensar, ella estaba enojada y se sentía defraudada, su mejor y única amiga la había traicionado con su novio.
Al día siguiente Aye, decidió ir al palacio vecino donde vivía Florencia, al verla le dijo: “Me enteré de todo, ¿Cómo pudiste hacerme una cosa así?, me has traicionado, intentaste quitarme a mi novio, pero nuestro amor es más fuerte y nadie me separará de él”. Florencia sorprendida le respondió: “El miente, las cosas no son así, él te engaña, fue él quien me dijo que estaba enamorado de mí, por favor créeme, soy tu amiga, jamás te haría una cosa así”.
“Lo lamento -replicó Ayelén– hasta acá llego mi paciencia no te creo ni una sola palabra, nunca debí de haber confiado en vos”. Y diciendo esto se fue apresuradamente. Florencia quedó anonadada y no sabía que hacer, su madre que estaba al tanto de la verdad y había escuchado toda la conversación, la abrazó, trató de calmarla y le dijo: “Hija todo se solucionará, dale tiempo a que resuelva este misterio, ya volverá a ti”.
Pasaron dos semanas y Ayelén seguía sin darse cuenta del engaño que estaba viviendo, hasta que un día su padre le dijo: “Aye, hija mía, sé el cariño que sientes por Florencia, no dejes que un chico se interponga en su camino, chicos hay muchos, amigas hay pocas, ve a buscarla y amíguense, ella es una gran persona debe haber un gran error”. La joven escuchando los consejos de su padre fue corriendo a arreglar las cosas con su amiga: “Perdóname Flor, nunca más va a volver a pasar algo así, lo juro”, aseguró Ayelén. “Te quiero amiga, gracias por creerme”, respondió Florencia.
Pero en ese instante apareció Fernando y al ver a las dos amigas unidas nuevamente se enfureció y gritó: “Ustedes dos se habían separado, había logrado mi cometido, ¿Cómo puede ser que estén juntas nuevamente?”. Con esas palabras las chicas se dieron cuenta que algo raro estaba pasando, entonces Lucrecia se sacó su disfraz de príncipe y ambas jóvenes pudieron observar que habían sido engañadas todo ese tiempo por la malvada bruja: “Las odio y esto no se termina acá, ustedes dos se van a separar sea como sea”, gritó enfurecida la bruja.
“Eso nunca sucederá Lucrecia -respondió Florencia-. Nosotras somos invencibles”. Entonces, la agarró a Ayelén de la mano y se abrazaron tan fuertemente que Lucrecia comenzó a prenderse fuego y entre gritos de desesperación desapareció bajo una inmensa llama roja. Era así como las jóvenes con su gran amor habían derrotado a la mala y fea Lucrecia. Estaban muy sorprendidas por todo lo que había ocurrido, que les costaba entender lo que había pasado, pero sabían que nunca nadie iba a volver a separarlas porque el amor que las unía era el más invencible y poderoso que cualquier otro.
Juntas compartieron muchas cosas bonitas y pudieron formar un gran grupo de amigos, con los cuales pasaban días enteros disfrutando de fiestas, bailes, salidas, cenas, en alguno de los castillos, entre otras cosas. El grupo estaba formado por las princesas: Maria Antonella, Soledad, Carla y Melisa, y los príncipes: Verto, Turko y Botty, todos vivían en los castillos vecinos, y desde ese momento hasta los días de hoy, no hay un solo día que estos amigos no compartan juntos.
Es así como finaliza la historia de estas dos jovencitas amigas, que descubrieron que a pesar de todas las diferencias que existían entre ambas, la amistad es más fuerte y puede romper todos los obstáculos que aparezcan en el camino.







Fin